La patera: Uno de los símbolos de la inmigración ilegal

Lo único que recuerdo es frío, mucho frío, un chico enorme de Mali no paraba de temblar, temblaba tanto y estábamos tan juntos, que hacía temblar toda la patera.

Es un error utilizar el término “patera” para cualquier tipo de embarcación usada por grupos de inmigrantes para acceder clandestinamente a territorio europeo  (usualmente el sur de España e Italia), ya que se suelen emplear para este fin otros tipos de botes, desde barcos pequeños de pesca de segunda mano, balsas rígidas o hinchables, cayucos, zodiacs e incluso hidropedales.

La patera específicamente es un tipo de bote abierto, esto es, sin cubierta, de escasa eslora, fondo plano, reducida obra muerta, construcción no demasiado robusta, por lo general de madera, que tiene diversos usos. Antonio Alcalá Venceslada, en su Vocabulario andaluz, la define como «barco muy plano en el fondo para perseguir patos en sitios de poco calado», y para José Luis de Pando (Diccionario marítimo) es una «embarcación de pequeño tonelaje, usada para la pesca».

El coste de un desplazamiento en este tipo de embarcaciones, siempre sobrecargadas de gente, varía mucho en función de la mafia que cobre a los interesados, del desplazamiento que haya que hacer o del riesgo que se quiera asumir. Muchas de ellas salen de Mauritania, porque la costa marroquí, otro puerto importante, está muy controlada por la policía de este país y la Guardia Civil española. De esta forma, el viaje se convierte, en ocasiones, en una navegación de más de cientos de kilómetros. Los testimonios recogidos por Cruz Roja y Guardia Civil hablan de que los precios pueden variar desde los 400 euros hasta los 2.000.

Libia, un país aún inestable dos años después de la caída del régimen de Muamar Gadafi, también se ha convertido en un puerto importante de salida de este tipo de embarcaciones, pero con dirección al sur de Italia. El flujo de inmigrantes en la zona ha crecido por la guerra en Siria y las revueltas en Egipto, así como por la situación de tensión y pobreza que atraviesan otros países árabes y africanos.

Muchos de los que allí viajaban, nunca habían visto el mar, cuando nos rescató el barco mercante uno cayó al agua, no lo volvimos a ver, no sabía nadar.

El ruido era insoportable, y los mareos y los vómitos de los demás, hacía que todos enfermáramos, uno llevaba pastillas para el mareo pero se acabaron muy rápido.

Llevábamos 2 días de viaje bajo el sol y la mitad estábamos como ausentes, confundidos, ardiendo, algunos no paraban de vomitar.

Como el agua se acabó y no llegábamos a tierra dos bebieron agua del mar, al día siguiente estaban muy enfermos.

Se nos estropearon los dos motores y pasamos 5 días a la deriva rezando para que alguien nos viera, se terminó el agua y la comida, al sexto día nos encontraron, pero ya era muy tarde para algunos.